La historia del arte ha nombrado a Munch como el artista que mejor ha representado la angustia a través de la pintura. A pesar de ello, eso no le hace el más angustiado de los individuos. Como él muchos otros como Van Gogh, Kafka, Sartre o cualquiera de nosotros mismos. ¿Quién no se ha sentido angustiado en algún momento? ¿Quién no ha sufrido una pena? O ¿quién no teme algo?
Freud determinaba la angustia como un estado intermedio entre una carga traumática reprimida y su síntoma inconsciente. Esto quiere decir que un sujeto se enfrenta en su interior con una escena de gran carga traumática, la cual le genera una imagen mental muy afectiva. Cosa que provoca la puesta en marcha de un mecanismo psíquico que, por un lado, desplaza la imagen traumática al inconsciente y, por el otro, deriva la sobrecarga de afecto hacia otra parte. Lo que llevará a cabo el inconsciente será un sistema de represión o defensa ante la angustia que produciría revivir una situación parecida a la que se vivió por primera vez. Todo recuerdo traumático del que no se haya liberado adecuadamente su carga afectiva, se regenerará de forma somática a través de un síntoma.
Lo que se extrae de los estudios de Freud es que en determinados pacientes existe una fijación a determinados momentos o fragmentos de su pasado de los que no se puede desligar en su vida presente. A Munch parece haberle pasado algo similar, o al menos eso es lo que me pareció percibir cuando el pasado noviembre visité la exposición “Munch. 150 masterprints” de la Kunsthaus de Zürich.
La exposición acoge 150 piezas de la obra gráfica del artista, desde sus primeros grabados, a litografías y sus abundantes xilografías, ordenadas por los frecuentes motivos que el artista solía representar en su obra pictórica, impregnada de su traumática experiencia vital.
Las laminas que pueden verse en esta exposición transmiten la postura de este artista ante la concepción de la existencia humana. Para él el ser humano halla su lugar en el mundo por medio del amor y la pasión, la soledad y el sufrimiento, viviendo sometido a la melancolía y la angustia.
A edad muy temprana Edvard Munch vivió de cerca la muerte de su madre y hermana pequeña por tuberculosis. También sufrió una severa pulmonía cuando era un niño, por lo que creció creyéndose culpable de esas muertes, pues fue el único que sobrevivió. A partir de estas experiencias el miedo a la enfermedad y a la muerte o a la pérdida de lo querido se apoderaron de su inconsciente y lo acompañaron hasta su muerte. Durante un tiempo cayó en el alcoholismo y también sufrió ataques de ansiedad. En cuanto a su vida amorosa, Edvard no tuvo mucho éxito. Sus relaciones fueron frustradas debido al abandono por parte de sus amadas. Situaciones que evidentemente le marcaron y que, por lo visto en su obra, no logró superar.
Los motivos más emblemáticos de su obra simbolizan sus mayores traumas. Tal vez la figura que condensa todo el sentido de sus perturbaciones inconscientes sea la mujer. La figura femenina está presente en gran parte de su obra simbolizando diferentes cosas.
La mujer es receptora vulnerable de la semilla fecundadora del hombre, con la cual es capaz de engendrar y acoger milagrosamente en su interior a un nuevo ser, cosa que la convierte en un ser semi-adorable, tal y como lo demuestran sus Madonnas. Las niñas en los puentes también son una fijación para el pintor, a lo mejor como imagen rememorativa de la muerte de su hermana menor. La mujer como femme fatale es uno de sus motivos más llamativos, por representar a la mujer como un ser poderoso peligroso responsable del sufrimiento amoroso del hombre. Así lo demuestra en su maravillosa xilografía Man’s head in woman’s hair. Y es que Munch tenía miedo del amor, por que era para él una atracción fatal.
Amar significaba para el artista sufrimiento. Todos sus motivos relacionados con la vida amorosa desprenden la dicotomía amorosa de la unión-separación. Sus “besos” simbolizan la atracción erótica consumada. Las representaciones de parejas unidas en un abrazo doloroso, predicen el final de la relación. Hay otras que representan la ruptura definitiva con un hombre que está siendo abandonado por una mujer, siempre de cabellos largos, y otras en las que simplemente encontramos una pareja de espaldas frente al mar, remarcando la individualidad y verdadera soledad de los enamorados.
Human fates are like planets. They emerge from the unknown to meet and then disappear once again
Sin duda, y al margen de sus obsesiones eróticas, “el grito” es la imagen más iconica de Edvard Munch. Sin embargo no fue de sus motivos más explorados, puede que por su carácter casi espontáneo por el que se realizó, como fruto de una sensación o reacción en un momento determinado de su vida. Es una imagen que está acompañada por un poema en prosa escrito por él mismo:
“I was walking along the road with two friends- The sun was setting. The sky turned blood red- and I felt a wave of sadness- I paused tired to death- above the blue-black fjord and city blood in flaming tongues hovered. My friends walked on- I stayed behind- quaking with angst- I felt the great scream in nature”.
Este artista convirtió en obras de arte aquellos recuerdos reprimidos en su inconsciente. Los versos que acabamos de leer registran el síntoma definitivo del angustioso estado interno de Edvard Munch. Un grito que deseaba descargarse de la angustia provocada por todo aquello que le pesaba en el alma. Un alma sedienta de amor pero temerosa de verterlo y, entonces, perderlo…
A continuación un video que me recuerda un poco al papel de la femme fatale en la obra de Munch, a su miedo a enamorarse, al paisaje, y a la hacechanza de la enfermedad y la inevitable muerte. Lykke Li, una artista que desde hace poco me tiene hechizada, una artista nórdica como Munch.
Esta soy yo, encantada de encontrarme por sorpresa esta exposición
Esta es mi hermana viendo algunas muestras de la expo
Y esto es un extracto de la información sobre el tema de la vida amorosa que me gustó
La vulpes 